Return to Article Details Un viajero húngaro por las tierras sudamericanas la expedición de Adolf Lendl en Argentina y en Chile (1907)

Abstract

A Hungarian traveller in South America. Adolf Lendl‘s Argentinian and Chilean expedition (1907)

This paper presents the Hungarian natural philosopher, Adolf Lendl’s (1862-1942) travelogue about his scientific expedition in South America, which was published in 1908 under the title Úti levelek a két világrészből. Az Atlanti óceántól a Csendes óceánig (Travel letters from two continents. From the Atlantic Ocean to the Pacific Ocean). Lendl, who was the director of the Budapest Zoo between 1912-1926, travelled to the South American country at the invitation of the Museum of Natural Sciences of Argentina in order to observe the flora and fauna of the Pampas. In a quite unique way, he covered the distance of 1400 km on foot and even crossed the Cordilleras to reach Chile. His travelouge was a significant contribution to the 19th and the first half of the 20th century’s Hungarian travel literature, because there wasn’t published any other record from Hungarian travellers about the southern region of America, with the exception of János Czetz’s Memoirs.


 

1. Viajeros húngaros por las tierras de América Latina

Igual que los españoles conocieron el continente americano poco a poco a través de las crónicas escritas por sus compatriotas―soldados, sacerdotes y misioneros, participantes activos de la conquista o cronistas peninsulares a partir del siglo XVI-, los lectores húngaros tuvieron la oportunidad de tener cierta idea sobre el Nuevo Mundo, conocerlo con más profundidad, a través de las descripciones de los viajeros húngaros que habían llegado a América. Los primeros libros de este tipo se deben a los misioneros jesuitas húngaros de los siglos XVII-XVIII. El más conocido es la obra escrita en latín de Francisco Xavér Éder (1727-1772) que tiene dos ediciones en español: Descripción de la provincia de los Mojos (La Paz, 1888), y Breve descripción de las reducciones de Mojos (Cochabamba, 1985). El manuscrito de 280 páginas se publicó en latín en 1791 pero hasta hoy falta la edición en húngaro.

Un siglo más tarde, después de la derrota de la Revolución y Guerra de Independencia de 1848/49 (los movimientos reformistas liberales por la modernización de los años 30 y contra el absolutismo de los Habsburgo culminaron en esta revolución), muchos soldados, intelectuales, la élite, participantes activos de las luchas tuvieron que dejar el país y varios de ellos fueron a los Estados Unidos, de donde viajaron, por motivos diferentes, a la región del Caribe y al Sur. Durante estos viajes hicieron apuntes, escribieron cartas y, al volver, redactaron libros en que relataban sus experiencias vividas allá. Los ejemplos más conocidos son las cartas de Károly László (1815-1894)―el secretario personal de Lajos Kossuth – que salieron a la luz en Vasárnapi Újság entre 1859 y 1868 y detallan su estancia en México; el libro de Pál Rosti (1830-1874) Úti emlékezetek Amerikából (Memorias de un viaje por América) que trata de su viaje por tierras de México, Cuba y Venezuela realizado entre 1857 y 1858. La gran novedad de esta obra es que consigue sacar fotos con la ayuda de la más alta calidad técnica de su época y los grabados obtenidos de estas fotos sirvieron de ilustraciones para el libro. Rosti se considera el primer fotógrafo húngaro y las imágenes tomadas por él son únicas y de muy alto valor ya que en ninguno de los tres países habían tomado antes imágenes semejantes con objetivos meramente científicos y descriptivos (Jancsó 78). La obra del conde Samu Wass (1814-1879) que lleva por título Kilencz év egy száműzött életéből. Szárazi és tengeri utazások nyugoton. (Nueve años de una vida en destierro con el subtítulo Viajes por tierras y mares de Occidente) trata principalmente de los viajes del autor por las Antillas. No están bien claros los motivos del viaje, lo que se sabe, es que en 1849 Wass viajó a América por encargo de Lajos Kossuth y que, después de la derrota de la revolución, pasó cierto tiempo en California donde fundó un horno de fundición de oro con el conde Ágoston Haraszthy en San Francisco.

Uno de los pocos húngaros de los que llegaran a las tierras sureñas y que después escribieran sus experiencias de allá fue Juan Czetz (1822-1904), el general más joven de la Revolución de 1848/49. Czetz se casó con una joven argentina, la pareja se estableció en el país latinoamericano y Czetz empezó a trabajar como agrimensor. Más tarde se incorporó al cuerpo del ejército, organizó el Colegio Militar y llegó a ser su director. Participó en la „conquista,” en la colonización oficial de la Pampa. Czetz jamás ha vuelto de Argentina a su país natal. Redactó su obra Mis memorias en español, sin embargo, las partes que se refieren a su vida en Argentina son escasas.

En total una docena de libros, cartas y apuntes forman esta literatura de viajes publicada hasta hoy solo en húngaro, excepto una parte de la obra de Pál Rosti (los 16 capítulos que se refieren a Venezuela fueron editados en 1967) y la de Juan Czetz. Todas estas obras quieren “acercar los países lejanos a los lectores húngaros describiendo las relaciones geográficas y económicas, la historia, las costumbres de los habitantes de los países visitados, así como sus características físicas antropológicas, vestimenta, alimentos y los conocimientos económicos”(Gyarmati-Borsányi-Fözi 108). En esta literatura de viajes se incluyen textos heterogéneos: fuera de ser la descripción geográfica del recorrido de un camino determinado, éstos unen en sí los rasgos característicos de un diario (generalmente se escribe en primera persona singular que le da un tono subjetivo y el texto no carece de elementos autobiográficos), como también los rasgos característicos de cartas y de memorias. Podemos leerlos como obras literarias, fuentes históricas, obras etnográficas, etc. Todos estos viajeros eran hombres de amplísima cultura, versados tanto en las ciencias naturales como en las bellas artes y letras, lo que también explicaría el carácter heterogéneo de sus obras.

La mayor parte de las críticas que comenta la literatura de viajes húngara por las tierras latinoamericanas se centra cronológicamente en las descripciones de los viajeros de la segunda mitad del siglo XIX y geográficamente en América del Norte y la región caribeña hasta Venezuela. En relación con este tema han nacido varios libros, ensayos y artículos tanto en húngaro como en español e inglés. Sin detallar más las referencias bibliográficas quiero mencionar solo las dos obras más recientes sobre este tipo de literatura: la tesis titulada „We are Clearly Deceived at Home:” Inter-American Images and the Depiction of Mexico in Hungarian Travel Writing During the Second Half of the Nineteenth Century de Balázs Venkovits (2014) y el ensayo de Katalin Jancsó Húngaros en los trópicos. Rosti Pál y otros viajeros en el Caribe y en América Central en la segunda parte del siglo XIX.

Mi artículo presenta una de las piezas menos conocidas de este tipo de literatura que lleva a su lector a las tierras lejanas de Argentina y de Chile de principios del siglo XX. Se trata de los apuntes que el científico Adolf Lendl hizo durante su expedición, cuya gran novedad consistía, entre otros, en atravesar a pie la Pampa argentina y cruzar las Cordilleras para llegar hasta el Océano Pacífico en Chile.

2. Adolf Lendl

¿Quién era nuestro viajero? Adolf Lendl era un botánico y zoólogo húngaro, director del Zoo de Budapest entre 1912 y 1926. Nació en 1862 en Orczyfalva (Transilvania) y murió en 1942 en Keszthely. Su lengua materna era el alemán y aprendió el húngaro en la escuela. Lend llegó a ser un experto reconocido en la investigación de los diferentes tipos y géneros de arañas e insectos.

Gábor Lambert en su artículo afirma que los zoólogos fueron unos de los grandes viajeros de los siglos XIX-XX ya que el principio general de ampliar los conocimientos consistía en la idea de irse, captar, preparar y metodizar (Lambert). Lendl siguió el mismo método y a los 45 años de edad ya era un científico reconocido en toda la Europa. Lendl participó en tres expediciones importantes de aquel entonces. En 1887 viajó con otro científico, Ottó Hermann a Noruega para llevar a cabo investigaciones ornitológicas. En 1906 por encargo del Museo Nacional de Hungría realizó una expedición coleccionista por las tierras de Asia Menor y un año más tarde, en verano de 1907 salió a Argentina. Al regresar a Hungría redactó su libro titulado Úti levelek két világrészből Az Atlanti óceántól a Csendes óceánig (Cartas del viajero de dos continentes. Del océano Atlántico al océano Pacífico) que salió a luz en 1911. La obra que rinde homenaje a sus dos últimos viajes, viene acompañada con fotos sacadas por el autor mismo.

3. La situación de Argentina, Hungría y Alemania a principios del siglo XX

Antes de comentar el libro de Lendl vale la pena echar un vistazo a la situación económico-política de Hungría, Argentina y Alemania de aquel entonces. Ésta última aparece en muchas ocasiones en las páginas del libro de Lendl como ejemplo a seguir, además, durante su viaje Lendl se encuentra con muchos alemanes en las tierras más lejanas.

En el caso de Hungría, al firmar el Compromiso Austro-Húngaro, en 1867 surge un estado especial con dos centros de poder considerados iguales, uno en Viena y otro en Budapest, donde se instauran instituciones paralelas tanto en la legislación, como en el gobierno. En los dos países reina el mismo monarca, se crean instituciones comunes como la de guerra, de asuntos exteriores y de fianzas y el estado Austria-Hungría tiene también un ejército común. La época del dualismo trae consigo un desarrollo económico burgués relativamente rápido y bastante considerable y la transformación de la sociedad. Al mismo tiempo, la dependencia económica de Austria no disminuye, el 85 % del potencial industrial pertenece a Austria y la inmensa mayoría de la renta nacional procede de la agricultura. Después de la unificación de Italia y de Alemania las posibilidades de la Monarquía en cuanto a la expansión se reducen (Bánki 146-161). Las referencias a la realidad húngara no son muchas en el libro de Lendl y las pocas casi siempre se dan con una connotación negativa en tal sentido que el autor se lamenta de la situación actual de su patria y en parte echa la culpa por eso al sistema dual y a los austríacos que impiden la verdadera modernización del país.

Después de la unificación (1871), en Alemania se desarrollo el proceso de la industrialización y la modernización a grandes pasos. A partir de los años 80 del siglo XIX el país inició una activa política colonialista tanto en África como en América. La emigración como una de las posibles soluciones a los problemas provocados por la superpoblación formó parte de la poítica estatal. En 1890 se creó la sección colonial del Ministerio de Negocios Extranjeros. Según las estadíasticas entre 1871 y 1914 llegaros unos 25.000 alemanes a Argentina (Flachs 65-98).

Las últimas décadas son también las del período de la modernización en Argentina. En este intenso desarrollo económico tomó parte activa la inmigración europea que fue promovida por el estado argentino. Los valores registrados por el censo de población de 1914 revelan que para esta fecha, alrededor del 30% de la población censada no había nacido en el país (Kolster 71). Argentina se presentaba con enormes posibilidades de trabajo y con una legislación favorable (Flachs 89).

4. La expedición de Lendl y sus apuntes

Lendl llegó a Argentina como invitado de círculos científicos de los museos del país sudameriano para examinar la flora y fauna de las Pampas. Al atravesar a pie la región de Neuquen, el valle del río Negro y río Limay e incluso las Cordilleras llegó por fin a la colonia alemana San Carlos de Bariloche (Chile). De aquí siguió su ruta hacia el Océano Pacífico para volver a Buenos Aires – también caminando – a través de San Martín de los Andes. Antes de volver a Hungría participó en los proyectos del Acuario de Buenos Aires. En total él recorrió una ruta de unos 1400 kilómetros en 8 meses. En su expedición por tierras deshabitadas en mayor parte, le acompañaron un científico belga y un compañero-guía local.

En el prólogo del libro de Lendl, Elek Gozsdu (1849-1919)―un conocido intelectual, escritor y abogado húngaro de los años finiseculares―insiste en la capacidad observadora de Lendl. Mientras recogía los insectos, las mariposas, las serpientes típicas de la zona veía claramente la situación geopolítico-colonial de aquella región y su creciente importancia para Alemania que trataba de conseguir esferas de interés propias en todo el mundo. Lendl resume muy plásticamente el método alemán. „Primero viene un científico para recoger al que sigue un soldado sin uniforme quien dibuja y después vienen los comerciantes quienes sin perder tiempo, empiezan a actuar. Compran y venden, construyen casas hacen cuidar los jardines y las huertas, después vienen unos nuevos y con ellos el sacerdote y los periódicos. Vienen ingenieros y obreros también; en 30-40 años sin desenvainar la espada realizan la colonización no política sino la económica tanto de Asia Menor, como de Argentina y de África” (Lendl sin n.).

Al mismo tiempo Gozsdu pone en un contexto más amplio el libro de Lendl y llama la atención sobre la dicotomía entre la Europa sobrepoblada y las grandes regiones despobladas del mundo, entre ellas las de Argentina. También hace referencia a la concepción eurocéntrica del mundo: generalmente el blanco considera a las demás razas como inferiores y cuando consigue sus territorios o extermina su población o la explota económicamente. Los alemanes toman parte activa en la modernización de estas regiones lejanas, se establecen allá, hacen difundir sus métodos hasta tal punto que los aborígenes empiezan a imitarlos.

La segunda parte del libro de Lendl, que detalla su viaje a América y se divide en 12 capítulos, es de carácter heterogéneo. No sólo se narra en ella las experiencias vividas, sino que no faltan las evocaciones históricas o las partes líricas, meditativas e incluso comparativas. Los apuntes de Lendl empiezan con el breve resumen de los datos más importantes de su expedición. Él salió de Hungría en agosto de 1907 y después de más de 30 días de viajes llegó a Buenos Aires en el vapor Borkum. De la capital argentina fue a Confluencia en ferrocarril y después siguió su ruta a pie hasta volver a la ciudad mencionada en marzo de 1908.

En los capítulos siguientes presenta el barco de mercancías que le llevó a Argentina. Menciona que unas 200 personas viajaron junto con él, casi todas inmigrantes en espera de una vida mejor. La descripción del viaje oceánico es una de las partes más poéticas del libro. El sentimiento de la soledad, las distancias, la incertidumbre traen consigo el de la añoranza. Lenld toma en cuenta a los pasajeros inmigrantes del barco: entre ellos se encontraban españoles, polacos, judíos rusos, búlgaros- todos hortaleros, muy solicitados en Argentina- y dos húngaros. Uno de ellos era un sastre joven de la región de Pancrova quien se autodeclaraba como serbio y el otro era un terrateniente pequeño de Kőszeg que no había confesado la verdadera causa de su inmigración. Fuera de estos casos concretos menciona que a pesar de que Argentina esperaba a los inmigrantes europeos con los brazos abiertos la mayoría de la gente iba a ir a los EE. UU. Le llama la atención que los alemanes que viajaban con él en el barco eran gente que hacía trabajo productivo: ingenieros, comerciantes pero no había ni un jurista entre ellos. Todos estaban orgullosos de su empresa. Lendl insiste en que se trata de una política consciente por parte del estado alemán. Este país dejó salir la gente calificada también si éste quería enriquecerse. Los alemanes, dice Lendl, están enraizados en todo el mundo y ya han empezado la colonización económica en Argentina también. Al mismo tiempo, al ver la situación de los alemanes le parecía muy obvío el subdesarrollo húngaro.

Una de las las aventuras del viaje estuvo relacionada con la escala del barco en Brasil debido a un fallo mecánico. Al ver la actitud de los negros y la demora él saca la conclusión de que los negros eran holgazanes mientras que los mulatos tenían un odio natural hacia los blancos y eran responsables de la decadencia de los puertos brasileños. Estas ideas un poco esquematizadas y cargadas de prejuicios, reflejan el pensamiento general europeo – y entre ellos el húngaro – de aquel entonces. Las observaciones de Rosti, Wass o de Károly László son muy semejantes, sin embargo hay ciertas diferencias de matiz.

En los capítulos siguientes la narración se enfoca en la descripción de la empresa y el objetivo, la meta científica del viaje. Lendl llegó de Buenos Aires a Confluencia en tren el 4 de octubre después de un viaje de 29 horas. La ciudad es la última estación hacia la Pampa del Sur, la que iba a atravesar a pie junto con su compañero. Hasta aquí nadie se ha atrevido hacerlo, la gente lo hacía en caballo debido a las distancias enormes. La gente de allá habla sobre la Pampa como si fuera un desierto con todas sus amenazas: se puede morir de hambre y de sed, perderse para siempre, encocntrarse con animales peligrosos etc. Al empezar la ruta él da con la descripción científica sobre la pampa a partir de su nacimiento geológico: ¿cómo se elevó del océano?, ¿qué papel cumplen el agua y el viento?, ¿cómo es su suelo?, etc. Detalla la flora y la fauna de la región destacando la monotonía del paisaje: dos o tres tipos de hierba lo predominan. Menciona que los grandes animales se han extinguido, existiendo solo pequeños.

El capítulo que lleva por título El pueblo de Neuquen se dedica a presentar la población indígena de la región. Se trata de una provincia cuyo territorio corresponde a la mitad del territorio de Hungría y donde hasta mediados del siglo XIX vivió la población indígena. Los europeos no se atrevieron a llegar allá y hasta aquél entonces estos territorios quedaron fuera de control de la administración estatal o gubernamental y formaron parte del estado solo formalmente. Durante mucho tiempo los indígenas de la Pampa, quienes eran excelentes jinetes, consiguieron impedir la expansión de los blancos –la mayoría de origen español o mestizo- por aquellas tierras. Sin embargo, poco a poco, los blancos lograron llegar allá y adoptarse al modo de vivir de los aborígenes. Se integraron en su cultura y llegaron a ser „hijos contentos de las Pampas”, o sea gauchos que vivían en libertad, eran argentinos pero amigos de los indígenas. A los gauchos los siguieron los comerciantes cuyo producto principal era el aguardiente junto con los cachivachis. Esta convivencia relativamente pacífica terminó a mediados del siglo XIX cuando, a mando del gobierno central, los propietarios empezaron a cercar los territorios y hacer retirar y expulsar a la población indígena. Los métodos usados – las armas, los sobornos y el aguardiente – llevaron consigo la resistencia de los indígenas que consistía en los saqueos y atracos contra las colonias de los blancos. Lendl describe detalladamente el genocidio de la población indígena de las pampas a partir de 1876. En aquel año el gobierno argentino empezó la extinción sistemática de la población indígena bajo la dirección del general Rocas. Debido a la campaña militar de tres años la Pampa –los territorios del Río Negro y la provincia de Neuquen – ha quedado deshabitada casi por completo excepto unas mil familias blancas quienes se dedicaban al pastoreo (al final del capítulo Lendl dice que el número de los habitantes de Neuquen es de alrededor de 14.000 y que andaron 3-4 días por aquellas tierras sin encontrarse con alguien). Estos gauchos fueron contratados después por los nuevos propietarios de aquellas tierras, muchos de ellos alemanes. Los gauchos se encargaban de esquilar las ovejas y llevar el algodón a las estaciones de ferrocarril donde lo vendían a los comerciantes europeos, a los mayoristas. Por este trabajo recibían mucho dinero, pero, como dice Lendl no sabían guardarlo y seguían viviendo entre circunstancias humildes. Sin embargo, ya enviaban a sus hijos a las grandes ciudades para estudiar.

Lend y su compañero llegaron agotados a San Carlos de Bariloche después de seis semanas de andar a pie. El autor destaca las dificultades de los últimos días y describe cómo pasaban un día en general. Unas veces los caballos de carga “se alejaban”, otras veces tenían problemas con las maletas o, simplemente no terminaban el trabajo del día anterior que consistía en elaborar y preparar el material recogido: “Prendíamos los insectos o los poníamos en alcohol etílico junto con las arañas, milpiés, cangrejos y gusanos, conservábamos cuidadosamente las lagartijas y las serpientes, poníamos en formalina los sapos y sus semejantes […] cenábamos, hacíamos apuntes y dibujos y en la mayoría de los casos era ya medianoche cuando íbamos a dormir”(Lendl 112). Hacer apuntes y escribir el diario le parecía sumamente importante en el caso de un viaje tan largo y monótono. Sin éstos “[…] no sabríamos donde estamos después de dos semanas. Nos falla la memoria. […] Por eso tenemos que hacer apuntes, dibujar mapas, contar y medir; todo esto da mucho trabajo. Pero solo de esta manera podemos ir adelante; de otro modo todo el viaje sería una gran equivocación” (Lendl 113). Lendl detalla las dificultades de enviar el material recogido a las estaciones de ferrocarril. El correo funcionaba dos veces al mes y consistía en que un jinete que con 8-10 caballos atravesaba la Pampa para ofrecer el servicio. Además, existían galeras también que llevaban mercancías y, a veces, las mujeres viajaban en estos vehículos incómodos.

El territorio de cada una de las provincias sureñas de la Pampa―Neuquen, Río Negro, Chubut, Santa Cruz- corresponde al de un país europeo. Todas estas provincias están deshabitadas y son muy aptas para la agricultura (el cultivo de trigo) y la ganadería. El gobierno argentino apoyó la colonización alemana y la Compañía Argentina―Alemania recibía grandes territorios con este fin. Las causas del apoyo del gobierno argentino según Lendl se debía al hecho de que los inmigrantes franceses e italianos pasaban solo medio año en Argentina y para el período invernal volvían a Europa. A los españoles no los amaban, más bien los desdeñaban. El intenso desarrollo de San Carlos de Bariloche se debía a la actividad de esta compañía que lograba conseguir muchos monopolios. Su riqueza procedía ante todo de talar las selvas y fundar aserraderos.

Originariamente Lendl no quería atravesar las Cordilleras e ir a Chile, pero los alemanes de San Carlos de Bariloche le invitaron a sus estancias de allá. Esta parte de su narración se centra más bien en detallar la presencia alemana por aquellas partes del mundo. Dice, por ejemplo, que la ciudad de Valdivia era famosa por tres cosas: solo se hablaba alemán, tenía la industria de cuero más desarrollada del mundo y llovía muchísimo. En el lado chileno de la Cordillera actuaba la Compañía Chile-Alemania que también se dedicaba a conseguir tierra para los colonos alemanes y representar sus intereses. El viaje por las Cordilleras le permite tanto atravesar la selva, esta “inmensidad desconocida” (Lendl 121) como disfrutar el panorama de los glaciares. Al ver este paisaje sublime medita sobre la grandeza de la naturaleza y su renacimiento eterno. Le parece como si estuviera en un templo debido al profundo silencio, un ambiente tranquilizador y enaltecido. Se lamenta de la destrucción inevitable de la selva virgen que no será capaz de resistir a la masa de colonizadores. La gente que viene del mundo civilizado tala y quema el bosque, destruye todo para que pueda construir después. Él siente la dicotomía del método pero no llega a cuestionar la validez del término “civilización”. Él sigue con la ideología general de muchos siglos de que la cultura europea es la representante máxima de la civilización y todas las demás son inferiores. Este camino civilizador consiste en construir una choza, a la que sigue una casa y la fundación del pueblo. Los colonizadores –entre ellos los alemanes- primero construyeron camino, después empezaron a labrar la tierra y con este método llegaron hasta el Océano Pacífico.

A propósito de encontrar unos manzanos en su camino de vuelta a lo largo de las Cordilleras, Lendl resume la historia y la actividad de los jesuitas en las colonias americanas. La manzana llegó con ellos al continente y este orden consiguió pacificar a los araucanos, la población indígena de Chile. Las reducciones donde convivían los jesuitas y los aborígenes servían para el bien de los indígenas hasta la expulsión de la orden del continente en 1767. En general podemos decir que en relación con los indígenas Lendl representa la idea de buen salvaje –gente inocente pero bárbáro- que nace en el pensamiento europeo con Colón. Dice que si los indígenas no son capaces de aceptar servilmente la cultura europea están condenados al exterminio debido al aguardiente, la inmoralidad y la opresión sangrienta de los europeos. Los jesuitas – como excepción – ofrecían a los indígenas las ventajas de nuestra civilización y de tal manera los educaban. A propósito de la actividad de los jesuitas en América, Lendl menciona que ellos establecieron 33 poblaciones con unos 150 mil habitantes y una administración social cuyas bases pilares se alimentaron de las ideas del comunismo y cristianismo. Al mismo tiempo- sigue Lendl―tuvieron en cuenta el desarrollo propio de estas culturas, el poder del sistema patriarcal, lo pusieron a su propio servicio fortaleciendo así su propio prestigio. Todos los pueblos tenían su propias escuelas en las que se ofrecía una educación polifacética. Detalla la vida cotidiana de estas comunidades pero no menciona las fuentes exactas de sus informaciones, solo ciertos apuntes de aquel entonces y lo que se lee en éstos. Los jesuitas predicaban bondad y amor a los pueblos mientras éstos reconocían la soberanía de los jesuitas y les obedecían. Al mismo tiempo, la actividad de los jesuitas fue un “intermezzo” nada más porque después de su expulsión vuelve el comportamiento desmesurado por ambas partes: los indígenas caen en su estado bárbaro de nuevo mientras a los europeos les interesa solo la explotación de aquellas tierras.

El penúltimo capítulo narra la historia de un intento fallido por parte de los austríacos de tomar parte activa en la modernización de Argentina. Los austríacos iban a organizar una exposición industrial en Buenos Aires por aquellas fechas cuando él estaba allá. El intento terminó con un fracaso total porque al ver los objetos anticuados de la exposición los argentinos la cerraron sin inaugurarla debido a la mala calidad de los productos. Esta parte del libro es como si fuera un cuento con moraleja un poco amargo. Lendl saca como consecuencia de esos hechos que si los austríacos no pueden vender sus productos en otros mercados los van a traer a Hungría.

La expedición de Lendl termina en Buenos Aires así que el último capítulo resume sus impresiones sobre la capital argentina: la ciudad le parece una metrópoli rica donde no hay mendigos y le llama la atención el lujo de la vida de la capital. Destaca su riqueza y su elegancia, el desarrollo de la educación y de los institutos científicos. A resumidad cuentas menciona que Argentina es el país de las posibilidades donde los años finiseculares del siglo XIX son un período del desarrollo espectacular debido a su rápida modernización.

Durante el viaje Lendl sacó fotos también. En el libro podemos encontrar 20 fotos sobre este viaje que podemos dividir en tres grupos. Una parte de estas fotos muestra la naturaleza, el paisaje en su belleza acogedora, como, por ejemplo, la Laguna del Inca en las Cordilleras. Al segundo grupo pertenecen aquellas en las que se presentan los detalles del viaje del autor, las que podemos llamar como fotos personales. En una de éstas se ve cómo era el descanso de atardecer de los viajeros en la Pampa cada día. Los caballos pastan, los dos científicos se ocupan de conservar el material recogido y se ve la pequeña tienda que sirve para dormir. También podemos ver la expedición a orillas del río Neuquen. El tercer grupo lo forman las fotos que retratan la vida y el trabajo de los gauchos y los indígenas de Argentina y de Chile. Son fotos costumbristas que presentan primero a los indígenas de Chile en su traje típico y después como trabajadores de una fábrica. Otra guarda el recuerdo de los últimos indígenas en el Sur de Argentina. Los tres reflejan claramente los cambios sociales que se llevaron a cabo en aquellas décadas en cuanto a la población aborigen. Dentro del grupo de carácter documental forman una serie aparte las que presentan la vida del gaucho: el gaucho sale en su caballo, con su lazo y triple bola en la silla; o aquella en la que el gaucho y su mujer viajan por la Pampa (cabalgan en un solo caballo, delante el hombre, detrás la mujer). Tampoco faltan fotos dedicadas al tema de los colonos europeos: en una de éstas se ve una casa panque de uno de los estancieros alemanes de aquella zona. Por último hay una foto sobre Buenos Aires donde se ven las palmeras de la ciudad.

La historia de las relaciones húngaro-hispanas es un tema enorme, inagotable y queda mucho por investigar. Estoy convencida de que nosotros, los húngaros, tenemos que tomar la iniciativa para que estas investigaciones vayan adelante y se publiquen los resultados en español. Este artículo sobre la expedición y el libro de Adolf Lendl es solo una pequeña contribución a estas investigaciones.

 

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